<body><script type="text/javascript"> function setAttributeOnload(object, attribute, val) { if(window.addEventListener) { window.addEventListener('load', function(){ object[attribute] = val; }, false); } else { window.attachEvent('onload', function(){ object[attribute] = val; }); } } </script> <div id="navbar-iframe-container"></div> <script type="text/javascript" src="https://apis.google.com/js/platform.js"></script> <script type="text/javascript"> gapi.load("gapi.iframes:gapi.iframes.style.bubble", function() { if (gapi.iframes && gapi.iframes.getContext) { gapi.iframes.getContext().openChild({ url: 'https://www.blogger.com/navbar.g?targetBlogID\x3d8384010\x26blogName\x3dSatanikus+Blogus\x26publishMode\x3dPUBLISH_MODE_BLOGSPOT\x26navbarType\x3dBLACK\x26layoutType\x3dCLASSIC\x26searchRoot\x3dhttps://satanikus.blogspot.com/search\x26blogLocale\x3des_AR\x26v\x3d2\x26homepageUrl\x3dhttp://satanikus.blogspot.com/\x26vt\x3d-525686447478373417', where: document.getElementById("navbar-iframe-container"), id: "navbar-iframe" }); } }); </script>

martes, noviembre 16, 2004

¡A mi ud. no me engaña! ¡La sangre que le sale cuando tironeo de su peluca es de mentira!

Hace unos días, con mi novia, volviendo a casa en colectivo, vimos a un señor con peluca. Por supuesto que no es nada novedoso; las pelucas existen desde hace miles de años, y los pelados desde hace más tiempo aún. Pero bueno, aún así, no dejan de llamarme la atención. Unos días antes, por ejemplo, yendo por la calle, no pude evitar, al ver un pelado en la vidriera de un bar portando una peluca muy violenta, hacerle un gesto de zarpazo acompañado por un "miau!" (mi novia quería matarme en ese momento... pero después se terminó riendo).
Como decía... Días atrás, en el colectivo, subió el sujeto antes mencionado. Debo remarcar también que el tipo tenía un aspecto bastante estrafalario; aparte de su forma de vestir y sus facciones (cosas que ya llamarían la atención por sí solas), estaba el asunto de la peluca. Obviamente, mi vista se clavó en él durante el resto del viaje (sin contar mis eufóricos comentarios, al principio, los cuales mi novia se encargaba oportunamente de censurar, recordando el incidente de días anteriores con el anterior pelado). En el transcurso del viaje, mi vista se centró prácticamente en los bordes de la peluca (a veces desviaba la vista para no hacerlo sentir tan incómodo, aunque tampoco me esmeraba mucho, debo decir). Y digo en los bordes, porque debo reconocer que el trabajo estaba muy bien hecho. A diferencia del pelado anterior, a quien parecía no importarle que se le viesen sus pelos verdaderos debajo de su horrendo accesorio (hasta eran de diferente color, caramba), este tipo se había tomado el trabajo de teñirse sus pelos naturales, para que hagan juego con el color de su peluca. Osea, no nos engañemos, era un cuadro horrible bajo todo punto de vista, pero al menos no era obvia su peluca, lo cual me dejaba con aún más impotencia. Porque hasta cabía la posibilidad de que no fuese una peluca (pero esto era imposible... eso era una peluca de acá a la china, punto). Pero ¿Cómo comprobarlo? No me iba a levantar y decirle "Señor, permítame sacarme una duda" y removerle el posible accesorio, porque lo más probable era que me arruinase la cara a sopapos, sea pelado o no. Haya tenido yo razón o no. Así que me pasé como 20 minutos escrutándolo, revisándole los bordes, esperando que surja el indicio salvador que me evitase las largas noches de insomnio y locura que me esperaban de no confirmar la peladez de este sujeto. Pero nada. El estaba ahí, impunemente, parado delante mío, como refregándome su peluca por el rostro sin que yo pudiese hacer absolutamente nada. Y mientras yo lo miraba, elucubraba las mil y una formas de desenmascararlo. Por ejemplo...

- Pararme al lado del tipo, esperar el oportuno zarandeo del colectivo durante una curva cerrada, y agarrarme de la peluca de este señor, para luego excusarme con un "perdóneme, es lo único de lo que pude sujetarme".

- Irme al lado del chofer, e intentar impostar su voz, diciendo "venga a buscar su vuelto... si, a usted le hablo, sr. de la peluca". Si se acerca, o al menos se da vuelta, no cabrían dudas de que es una peluca.

- Improvisar un gancho (el cual podría haber hecho con la arandela del llavero) atado a un hilo (sacado de mi ropa o algún lado), atar a un tercero (una señora que se esté por bajar, por ejemplo) el extremo del hilo sin gancho, y el gancho intentar dejarlo caer subrepticiamente sobre la peluca, así, al moverse el tercero, hacer que tire del hilo, engachando la peluca. Sí, lo sé, es demasiado complicado.

- Inventar alguna historia conmovedora, juntar coraje, poner cara de cascote y decírsela con lágrimas en los ojos: "disculpe, sr... su peluca me hace acordar a la que usaba un abuelo mío que quise mucho, y el cual murió atropellado por una manada de orangutanes en celo..."

Pero como ninguna de las opciones me terminaba de convencer, sólo me restó orar para que ocurriese un milagro. Por supuesto que no ocurrió. Llegamos con mi novia a destino, nos bajamos, y mientras yo descendía, miré al sr. Peluca por última vez, como diciéndole "Hijo de puta... Ya te voy a agarrar...". El me miró y rió socarronamente. Viejo puto. Y coqueto, encima. Ya vas a ver. Voy a hacer panfletos con tu cara, Con una leyenda que diga "Este tipo, debajo de su peluca, esconde droga!". Y una de dos: o te detiene la policía a los garrotazos, o te agarra una turba de drogones enfurecidos y te amasija para sacarte la droga (y te aviso que te van a pegar aún mas cuando vean que no tenés nada, así que te voy recomendando que lleves algo aunque sea para que no te maten). En cualquiera de las dos situaciones, se te va a caer la peluca. Y yo voy a estar ahí ese día para verlo. Mi venganza es inminente.