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martes, octubre 05, 2004

Almacenero, ¿Me podría dar una Coca de litro y medio mientras le da de patadas en los riñones a ese malviviente?

Hay artistas que quedan estigmatizados de por vida. Tal es el caso, por ejemplo, de Christopher Reeve, aquél que nos deleitara antaño haciendo de Superman en las películas del mismo nombre. ¿Quién puede tomárselo en serio después de eso? ¿A quién quiere convencer de que él es el conde Vronsky en Anna Karenina? ¿O acaso me van a decir que no están esperando durante toda la película a que nuestro amado Christopher se desprenda los botones de esa camisa, se arranque ese ridículo bigote y salga volando a cazar pandilleros por ahí?

Caso similar es el del actor Mark Hamill (sí, tuve que fijarme cómo se llama en una página, al no acordarme de su nombre. No, no se llama "Luke Skywalker" en la vida real, como muchos deben pensar). Después de Star Wars, no ha hecho gran cosa. Lo único que vagamente recuerdo es un papel que hizo en la segunda parte de la adaptación cinematográfica del comic "The Flash" (imagínense cuán bodrio es esta película que la ví hace años -y no mucho después de su estreno en el cine- por ATC). En esta película, el sr. Hamill encarnaba a un villano llamado "The Trickster". Se notaba el empeño del actor por dotar al personaje de malevolencia, locura, mala onda, turrez y todo lo que quieran. Pero todo era en vano. Uno no hacía más que dibujarle mentalmente el casco de piloto sobre su cabeza, ponerle -también mentalmente- el traje anaranjado que supo usar en la trilogía de George Lucas, e imaginárselo subiendo a su gloriosa "X-Wing", para luego salir a volar por el universo con su cara de tipo buenazo y heroico a la vez.

¿A qué viene todo esto? Bueno, sucede que hace un rato tuve una sensación similar con un almacenero de mi barrio. Tuve que salir de emergencia a buscar un sachet de leche para terminar de preparar un puré (Conozco gente -si es que se le puede llamar así- que lo prepararía con agua en vez de leche, pero para mí, si el puré no lleva leche, no es puré. A lo sumo, eso podría llamarse "papas aguadas" o "puré deprimente"). Sucede que hace poco fuimos con mi novia al almacén, y caímos mientras el almacenero estaba echando a patadas a una persona que -según parecía- le había robado no se qué. Aparentemente, el chorro en cuestión, no conforme con haberle robado, y quizás como una forma de disimular, había vuelto como si nada después del robo. Así fué que entre sopapos y amenazas, el almacenero expulsó de su negocio a este individuo. Y hoy, cuando fuí a comprar de nuevo a este almacén, añoré al almacenero violento que ví aquella vez. El de hoy era un tipo amable y calmo, que me saludó con un "Hola, ¿qué te hace falta?", y cuando le pedí el sachet de leche, fué, lo sacó de la heladera, y servilmente me lo entregó, mientras me decía "uno con veinte". Digo yo... ¿Alguno de ustedes se lo imagina a Superman diciendo "Uno con veinte"? ¿Alguien puede imaginarse a Luke Skywalker preguntándote si querés "común o descremada"? Bueno, yo no. ¡Yo quiero al almacenero violento de vuelta! ¡Yo no quiero un blandengue que se limite a venderme un pan de manteca y acto seguido me pregunte "¿Querés una bolsita?" insípidamente! ¿Será mucho pedir una situación violenta por día, o cada dos días, al menos? Yo no creo que salga muy caro contratar a un maleante que vaya diariamente y se limite a hacer su trabajo, pero con un pequeño sueldo de aliciente (contratar a un empleado sale prácticamente lo mismo, caramba). Vendría a ser algo así como el equivalente al "Restaurant con show" barrial. Y la gente, chocha, teniendo una especie de novela diaria sobre la cual hablar. ¿Qué mas quieren? El malhechor hace lo que le gusta, el almacenero, encima de hacer catarsis, aumenta su clientela, la clientela tiene un espectáculo gratuito. ¿No es esto lo que solemos llamar "y al final todos felices y contentos"?
Pero claro, seguramente alguien objetará algo al respecto. No, si no te digo yo que este país está lleno de pesimistas y aguafiestas...